domingo, 7 de febrero de 2010

¿A qué huelen los pomos de las puertas al amanecer?


Sobre los pecados capitales

Pidieron toda la carta. Entera. Y dos camareros vestidos de blanco fueron sirviéndoles todos los platos en la mesa, hasta que ya no se vio ninguno de los círculos dorados del mantel que la cubría.

Los camareros vestidos de blanco salieron del salón privado y ellos comenzaron a saborear aquellos platos. Degustándolos con distintos cubiertos. Y sin cubiertos. Deleitándose en cada curva, con cada relieve, mientras acariciaban copas que iban llenando de distintos vinos y licores.

Salieron del restaurante. Ella llevaba las medias rotas y el rímel corrido. El había perdido su corbata.

Llegaron al portal de su casa y, empujándola contra la puerta, le metió la mano por debajo del vestido, le bajó las medias rotas y le arrancó las bragas. De cuajo.

Siguieron descubriendo nuevos temblores. Y amanecieron desgastados y con resaca de amar. Sobre su cama. No querían levantarse. Querían más. Más piernas y brazos entrelazados. Más besos y versos sincronizados. Más alientos y suspiros entrecortados.

El balcón de la casa estaba abierto. Amanecía. Y un vecino paseaba a su perro. Y miraba. Y envidiaba esas cortinas rasgadas. El portero, mientras tanto, gritaba con ira. No pensaba volver a arreglar la puerta de ese portal. Era la tercera vez en ese mes que la reparaba. ¿Qué tenía ese pomo que siempre se rompía?

Amanecía. Y la luz era cada vez más blanca.

--¿Crees que ésto es desmesura? --le preguntó ella.

--Me lo preguntas como si fuera un pecado y… no creo en los pecados -- le susurró él --¿Dónde está la línea que separa el exceso del defecto?¿Dónde están tus líneas?

--No lo sé –suspiró ella --Sólo sé que necesito tu olor.

2 comentarios:

PHAROS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PHAROS dijo...

huelo todo no se me ocurre en los pomos de las puertas y menos al amanecer
ummmmmmmmmmmm
lo hare a ver y te dire