miércoles, 30 de junio de 2010

Objetos

La vida privada de los objetos es así, terrible para los mortales. Nosotros cambiamos; ellos permanecen.

Ricardo Menéndez Salmón - El corrector


Es la misma cafetería. Todavía ponen un zumo de naranja natural en un vaso de chupito y un plato con dos croissants pequeños y un churro. Todavía hay wifi.

La última vez que estuve aquí me prometí que todo sería diferente. La última vez que estuve aquí me llamo B. y me dijo que tenía que volver, que ya había llegado, que ya había terminado. Tenía que volver a casa. Y no podía. A casa. ¿Dónde está mi casa? Y a B. la sentía lejana, no nos entendíamos. Y mi casa la sentía lejana, fuera, me daba igual. Sólo sentía a L.y A., tanto, pero no podía regresar así. Necesito un poco de tiempo. Le dije. No puedo regresar así. Sólo unos días. Pero llevas ya mucho tiempo fuera. Me dijo. Tienes que volver. Y volvía a decir que no. Así no quería regresar. Sólo quería caminar.

Suenan las campanas.

Recuerda. En esta mesa lo prometiste. Te lo prometiste. ¿Y ahora?

El suelo de madera cruje. Los tablones tiemblan. Todo el suelo tiembla cuando alguien camina. El camarero con zapatillas deportivas camina con suavidad, pero el suelo se mueve. Siempre se mueve. Y se oye. Los tablones están viejos, de madera oscura, desgastada, con vetas que parecen huellas dactilares. Con manchas. Mate.

Recuerdo el marmol blanco de la mesa donde estoy sentada. Recuerdo la barra de madera pintada de rojo y descascarillada. Los cristales, el espejo, la esquina por la que vi pasar a F., las lámparas, el farol. No recordaba los ángeles pintados en los techos. Quizás aquella vez no miré hacia arriba.

Sí. Hay algo diferente dentro.

Salgo. Olor a cuero en las calles. Un chico toca el hang y me dejo llevar. Es bonito.

Otro chico con una camiseta amarilla vende poemas. Los regala. Léelos y coge el que más te guste. Dice. Y hablamos. Viene A. Llega de Fisterra. Hablamos los tres. Pega el sol. Sudamos. Hablamos de la vida. De sentir. De decidir.

Al salir de la ciudad compro unas tartas de Santiago. 3 por 10€. No, me dicen. Estas son para turistas. Prueba estas otras. Y me llevo dos. Y me cuestan 18.

Voy a recoger el coche al parking y al meter el ticket en el cajero automático, sale una señal en rojo que parpadea: tiene 15 minutos para salir.


No hay comentarios: