domingo, 7 de diciembre de 2008

Vuelo a Shanghai

Llego a Shanghai después de once horas en un asiento economic al lado de un espécimen digno de estudio. Perfecto. Pequeño de estatura, piel bronceada, pelo cortito y canoso, y traje de chaqueta, traje de chaquetaaaa, sí, sí... en fin… negro. Con un polo negro de Polo y zapatos Sebago. Me siento en la ventanilla y él,o ello, va en pasillo. Tampoco es que tenga ganas de hablar, estoy muerta y quiero descansar, pero creo que si voy a pasar la noche pegada a otra persona por lo menos debería saludar. Hello. Pero ni hello, me responde un he algo..con la cabeza mirando al frente.. Vaya simpático… pues nada… sigo. Saco de mi bolsita unos calcetines, aunque no vaya en business, me hago mi bolsita para pasar este rato de la forma más cómoda posible. Me los pongo, son verdes, de un viaje en business de hace un montón de años de Thai. Y tengo a juego el antifaz, todo monísimo. Pero ah, mi vecino, o mi compañero de noche. Saca tres bolsitas. Una transparente inmaculada con cuatro botecitos también transparentes. Otra con una farmacia portátil, porque no sé cuántas pastillas puede llevar y otra ya no transparente de la que saca unos calcetines de color azul marino oscuro. Qué raro, tendrían que ser también de color negro… Probablemente los confundió al meterlos en su bolsa… Apenas tenemos sitio. Para quitarme los zapatos y ponerme los calcetines me las he visto y me las he deseado... pero mi compi lo hace sin despeinarse, con una seguridad aplastante y sin apenas moverse… ¿Será faquir o yogui? No, con el traje de chaqueta y alianza en la mano izquierda… no.
Saco mi libro, pero creo que ni siquiera lo abro, caigo totalmente roque. Me despierto con el ruido de los carros. Siempre tengo un sexto sentido de supervivencia que me avisa para no perderme nunca ninguna comida… Hay una azafata con una comida especial que va mirándonos y revisando fila por fila. Todos nos damos cuenta. Mi compañero está leyendo con unas gafitas pequeñas y va levantando de vez en cuando la mirada. No, no puede ser. Seguro que es para él y no dice nada. Efectivamente, al cabo de cinco minutos viene la azafata y le pregunta si había pedido una comida especial. Levanta su mirada y con el rictus rectus le contesta un yes sin thank you y sin nada, más seco que una borraja. Será gilipollas este tío.
Al cabo de media hora nos traen la comida al resto de los pasajeros, a los normales, a los no especiales... En nuestras minibandejas intentamos quitar el aluminio del plato sin manchar nada ni a nadie, sacar los cubiertos, que ya vuelven a ser metálicos y no de plástico, de la bolsita, a la vez traen las bebidas..yes, yes, wine plssss…Un vino tinto, francés, italiano, chileno o australiano, seguro que no es español, pero antes de llegar al país del vino Dinasty..pffff… horrible…Dónde están los Rioja??
El o ello ya ha terminado. No sé si era sólo menú vegetariano o era kosh o qué era… Por supuesto apenas come. Abre un poquito la ensalada, la prueba y la deja. El postre por supuesto ni lo abre. Tampoco toma vino, ni un gin tonic. Seguro que no toma nada de alcohol. Mientras tanto, cada vez que pasa la azafata con el vino, me sigue llenando mi vaso. Rictus coge su bolsita transparente de medicinas, saca dos pastillas y se las toma. ¿Qué serán? Sólo ansiolíticos, algún tipo de droga de alguna secta rictuaria secus?? No me ofrece. Bueno, no me hace falta. Con mis tres vinos y el cansancio que llevo en el cuerpo, voy a caer en un santiamén.
Me despierto, ya estamos llegando a Shanghai. Y aterrizamos. Rictus recoge todas sus bolsitas en un maletín de piel. Se pone sus Sebago y se despide con un movimiento de cabeza, sin ni tan siquiera decir un bye o un see you… Sin ni siquiera mirarme a la cara. Pobre Rictus, encerrado en su mundo cuadriculado. Me entran ganas de tirarme encima y darle un beso y mancharle la chaqueta, y despeinarle, y tirarle todos los botes a la basura y ensuciarle los zapatos… pero me contengo, sonrío y recojo mi bolsa para salir del avión.
Ya hemos llegado a Shanghai. La gran Shanghai.

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