martes, 23 de junio de 2009

Un libro

Le conoció en el Camino de Santiago, cuando eran libres, o al menos, así lo sentían. Llegaron a Santiago y coincidieron en la misa del peregrino. Un abrazo, un café, un intercambio de emails escritos con tinta azul en servilletas de papel, otro abrazo. Y regresaron a sus vidas, buscando un sentido en sus ciudades, en distintos continentes.

Un día ella recibió un email: sé qué es lo que quiero hacer, pero no puedo. Quiero escribir, quiero terminar mi libro.

Y ella le contestó: ven a mi casa, quédate aquí y escríbelo. 

No puedo.

Ven.

Y fue. Y escribía, y se abstraía. Y huía. Y terminó su libro, y ni sus rostros ni sus cuerpos se llegaron a rozar durante aquellos meses. Quizás sí sus almas. 

Un abrazo callado, unas gracias correctas y muertas, un cuídate. Y él regresó a su ciudad. Perdido. Y ella comenzó a escribir. Perdida.

Fue en una feria en México dos años más tarde. Ella presentaba su libro. Son dos historias idénticas, tienen que ser copiadas, le dijo una editorial. El estaba allí, firmando su libro. 

1 comentario:

PHAROS dijo...

Un lugar para acobijarse, un sitio tranquilo, ambos perdidos pero porque....intriga y el final el libro escrito
Besos